jueves, 8 de abril de 2010

Dos cartas inéditas de Julio Ramón (Ángel Esteban)

París, 21 de diciembre de 1981 (*)

Juan:
Esta te la enviaré con Cayetana Rodríguez Larraín, que viaja mañana a Lima. Y las siguientes trataré de enviarlas por valija diplomática, pues ya me parece raro que mis dos o tres últimas cartas se hayan perdido. Y no me gusta nada que extraños se enteren de mis intimidades o se aprovechen de mis esporádicas pero valiosas genialidades epistolares.
Mi viaje a Lima se debe producir en febrero, lo que te confirmaré antes de fin de año, pues depende del rol de vacaciones de Julito, que está por publicarse. Ese viaje a Lima debo empalmarlo con otro a México y Estados Unidos, donde he sido invitado a sendos coloquios literarios, previstos para fines de febrero.
Aun no he enviado a Lima el artículo en que hablo de la “quinta”. Hace más de un mes que está escrito, pero no sabía a qué diario mandarlo y luego no estaba muy satisfecho con su redacción. Ahora lo estoy reescribiendo. Pensándolo bien, es mejor que suprima toda alusión concreta a tu residencia, pues no sabemos qué consecuencias puede traer. Cuando me refiera a las construcciones de adobe en el Perú que figuran en la exposición que hay en París mencionaré a todas nominalmente, salvo a la quinta. Diré solamente: “y una hermosa y antigua quinta miraflorina, donde pasé los años más románticos y locos de mi juventud”. Lo que es cierto, pues te acordarás de 1959 y 1960, cuando venían a la quinta Buendía, Leslie, Hernando, Bendezú, escuchábamos discos franceses, nos íbamos luego al Violín Gitano, terminábamos la noche en blanco en una playa del sur… ¡Y tantas otras cosas!
Tengo tres o cuatro artículos más, pero sigo dudando dónde enviarlos. El Comercio es más leído, pero pagan sólo 50 dólares por colaboración, aparte de que su plantel de colaboradores es flojo. He visto un ejemplar de El Observador y me gustó su formato, diagramación, impresión, etc. Pero no sé cuánto durará y a lo mejor mando allí mi material cuando ya haya quebrado. Hace dos días estuvo en casa un muchacho Danigno, que es algo así como viceministro de Economía, y me estuvo explicando los problemas que tiene el grupo de Rupp, propietario de este periódico, con el Ministerio de Finanzas y los organismos de crédito.
Sobre la aparición de mi libro en francés, el asunto anda con pies de plomo. La persona que en Gallimard se iba a ocupar de su promoción se enfermó y se ha ido de París por varios meses. Eso me obliga a asumir la propia promoción de mi libro, pero para ello no tengo ninguna cualidad. Tendría que invitar a críticos, hacer comidas y cócteles, enviar libros dedicados a personajes estratégicos, etc. lo que no está dentro de mi temperamento. Si el libro naufraga me daría pena, pues creo que se trata de una buena selección y de un valor equiparable a tantos otros libros promocionados. Pero no me afectaría mayormente. Yo estoy curtido para estas cosas.
Cambiando de tema, me alarmó mucho el grave trance de tío Milo, pues fue sorpresivo. Menos mal que está en Estados Unidos y pudo ser atendido eficazmente. Esas hemorragias gástricas son peligrosísimas y pueden trasladarnos al “otro lado del espejo” en unas pocas horas. Lo sé, pues cuatro veces me han llevado a mí en ambulancia al hospital, antes de mis operaciones.
Me interesa que me envíes el artículo o discurso de Vargas Llosa sobre la cultura. Se trata de un tema muy controvertido, el de la cultura, pues está ligado a otros o mejor dicho imbricado con otros: la política, la economía, etc. Yo tengo un artículo a medio escribir sobre la “identidad cultural”, que es uno de los caballos de batalla de la Unesco y que despierta en mí ciertas reticencias. Ciertamente hay una homología entre puertas abiertas a la cultura extranjera, liberalismo político y la economía del libre cambio. Pero el asunto es mucho más complejo. Yo quiero remontarme a los orígenes del problema y tengo otro artículo también inconcluso (como verás, empiezo todo pero no remato) que se llama “Teoría del primer ocupante”, en el que analizo sumariamente la noción de nacionalidad, cómo se forma, qué lo justifica o legitima. Esto da pie para abordar otros problemas conexos, como son el mestizaje, la aculturación, etc. No he construido aún los eslabones intermediarios, pero mi conclusión es que la cultura (en el sentido de creación, desarrollo, dinamismo, diferenciación) vive del intercambio. Tan nefasto es el nacionalismo cultural desaforado o autártico, que conduce al estancamiento e incluso la degeneración, como el cosmopolitismo a rajatablas, en el que se diluye lo propio o peculiar en una salsa insípida. El intercambio es indispensable, pero debe ser selectivo. Ello se nota hasta en la prehistoria o la etnología, donde encontramos modelos de canjes controlados. La exogamia tiene en ello su explicación: las etnias o tribus primitivas, tan cerradas en sí mismas, descubrieron que el comercio y trueque con sus vecinos era necesario para su supervivencia y desarrollo y aceptaron como moneda de cambio a la mujer, lo que permitía no sólo un cruce cultural sino genético. Toda la evolución del homo sapiens viene de allí. Si cada familia o etnia se hubiera mantenido en su territorio, sin contacto con lo exterior, la humanidad hubiera desaparecido o sería un agregado de grupos dispersos y autónomos, pero culturalmente petrificados. La evolución del mundo es dialéctica y proviene de la síntesis que nace del contacto de los contrarios. De allí mi defensa del mestizaje, como solución y esperanza de nuestra pobre raza humana. Más te diré otra vez, pues Cayetana viene para decirme que ya prepara su equipaje y necesita saber lo que tiene que llevar.
Un gran saludo por Navidad para ti, Luci y los sobrinos y espero respuesta tuya antes de mi viaje a Lima.

Julio Ramón

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