J.R.R. — El caso de «poetas pintores» no es tan raro como puede parecer. Tenemos a Miguel Ángel, a Víctor Hugo, a Henri Michaux y, entre nosotros, a Eguren, según creo recordar. Con la publicación de El cuerpo de Giulia‑no ¿te incluirías dentro de esa familia espiritual de «poetaspintores»?
J.E.E. — Incluirme al lado de Miguel Ángel, Víctor Hugo o Eguren me parecería de una presunción realmente enorme, aunque fuera el más humilde de sus descendientes. Por otra parte, la pregunta no me parece pertinente en cuanto yo no soy «poeta‑pintor» ni «pintor‑poeta», y nunca he comprendido este término. En una cierta época que no duró sino unos diez años, escribí poemas y me llamaron poeta. Y en otra posterior me dediqué a las artes visuales y no escribí poemas ni ningún texto realmente «literario». Sólo en un cortísimo periodo estas dos actividades han coincidido, precisamente entre los años 48 y 52. Además, corno tú sabes, he escrito artículos para periódicos y no soy periodista. He escrito algunas piezas de teatro y no soy dramaturgo. Hago también escultura y no soy escultor. He escrito cuentos y no soy cuentista. Una novela y media y no soy novelista. En 1962 compuse una Misa solemne a Marilyn Monroe, para banda magnética, y últimamente preparo un concierto y no soy músico. Como ves no soy nada.
J.R.R. — ¿Crees tú que el tener un doble oficio sea una ventaja o una debilidad? Quiero decir que corres el riesgo de no ser tomado en serio en ningún bando y ser calificado de «poeta» por los pintores y de «pintor» por los escritores.
J.E.E. — Me tienen sin cuidado los calificativos de los funcionarios de la palabra o de la paleta. En cuanto a ser tomado en serio, nada podría ser peor, puesto que yo mismo no me tomo en serio y me siento muy bien así. Puede ser tal vez una debilidad tener un doble oficio pero como yo no tengo ninguno… A lo más se podría decir que ejerzo una actividad múltiple, entre las cuales, desde hace catorce años, no incluyo la literatura, salvo algunas notas sobre artes visuales.
J.R.R. — Tengo un gran respeto por tu pudor, quiero decir por no hablar jamás de ti mismo, de tu pasado, de tus problemas personales. Me parece advertir, sin embargo, que en este libro te refieres precisamente a tu infancia en la selva del Perú. ¿Qué hay de cierto en ello?
J.E.E. — Como tú sabes sin duda mejor que yo, todo es cierto en el mundo de la ficción, y muy poco en la realidad. No he pasado mi infancia en la selva ni mucho menos, sino sólo un periodo durante el cual tomé la costumbre de pasar las vacaciones del colegio en una propiedad familiar de la ceja de montaña. El resto de mi tiempo, hasta mi partida a Europa, lo he pasado en el agua. Mar y piscinas. El agua es el elemento que mejor conozco, como buen limeño.
(De una entrevista realizada en París en 1972 por Julio Ramón Ribeyro a propósito de la publicación del libro El cuerpo de Giulia del poeta Eielson en la editorial mexicana Joaquín Mortiz. Tomado de: La casa de cartón. Revista de cultura. OXY. Lima, verano-otoño de 1995. II Época Nº 6).