jueves, 8 de abril de 2010

Dos cartas inéditas de Julio Ramón (Ángel Esteban)

Mucho se ha insistido en la indiferencia de Julio Ramón Ribeyro por el destino de sus libros en el mercado editorial. Interpretación, por cierto, que el propio escritor se encargó de alimentar como un misticismo personal. Esta indiferencia, sin embargo, deberá replantearse a la luz de las presentes misivas.

La difusión de la obra del gran cuentista peruano en España es todavía una batalla que algunos lidiamos. Pero esa guerra empezó hace muchos años y fue el propio Julio Ramón quien la desató. No creo que sea objetiva la imagen que a veces se difunde de Ribeyro acerca del poco interés que mostraba en la difusión de su trabajo literario.
Las constantes cartas a su hermano, Juan Antonio, desde Europa evidencian los esfuerzos que los dos hicieron durante años para la edición de toda la obra a ambos lados del Atlántico y por la introducción de su creación narrativa en otros ámbitos diferentes al hispánico, a través de las traducciones.
La obra de Ribeyro en España comenzó a publicarse sobre todo a partir del decenio de 1970, cuando se difundió tímidamente la edición de Los geniecillos dominicales por la editorial Círculo de Lectores. Luego llegarían las Prosas apátridas en Tusquets (1975), y más tarde el resto de las novelas y una selección de relatos cortos.
En este sentido, la década de 1990 fue muy fructífera, pues a la publicación que prologara Bryce de algunos cuentos en Tusquets se unió la edición magnífica de Alfaguara en 1994 de los cuentos completos, y las posteriores (1998) de Cátedra y Austral, con buenas selecciones y mejores prólogos.
Una de las personas que más contribuyó, en una primera etapa, a la difusión de la personalidad literaria de Ribeyro fue Carlos Meneses, “Coco” para los amigos; “Coco”, por tanto, para Julio Ramón. Meneses conoció a Julio en plena juventud, pues vivían en Miraflores y pertenecían al mismo grupo de amigos, casi todos ellos interesados por la literatura y el arte.
Más tarde, coincidieron una temporada en París, hasta que “Coco” se instaló en España, donde todavía reside. Ya en 1969, Julio escribía a su amigo (carta del 13 de mayo) con el deseo de ir a verlo a Mallorca. A Julio le gustaba pasar temporadas en España, después de aquella primera larga estancia a mitad del decenio de 1950. Y lo hacía cuando podía, es decir, cuando algún amigo lo acogía, junto con Alida y Julito, para pasar algún tiempo vacacional.
Por ejemplo, con Emilio Rodríguez Larraín en Llantsá, en Carboneras, entre otros. Pero los planes mallorquines se truncaban: “Querido Coco –escribe Julio Ramón–: parece estar escrito que nunca viajaremos a Mallorca. Cuando ya nos aprestábamos a responderte que reservaras la habitación en El Arenal, llegó cable de Lima confirmándole a Alida que tiene un pasaje en APSA para el Perú. (...) de este modo nuestro viaje mallorquino queda anulado. Tal vez el próximo año...”
En una carta del 10 de abril de 1975 (que, como ésta, ha sido gentilmente facilitada por Carlos Meneses), Julio Ramón contesta a “Coco” acerca de asuntos estrictamente editoriales. Por aquellas fechas, Milla Batres publicaba por entero la obra ribeyriana en español, pero ya se habían hecho muchas gestiones para conseguir ediciones peninsulares. Es la época en que se editan las Prosas apátridas, que tuvieron una escasa repercusión en España, no obstante contar con una editorial de prestigio y difusión: Tusquets. Reproducimos a continuación el texto íntegro de la carta, escrita a máquina pero con una anotación manual al margen:

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